Lunes,
26 Marzo 2018 06:08
USA-China:
La guerra perdida de Trump
Escrito
por Arnaldo Musa/Cubasí
No
hace mucho comentábamos sobre las posibles respuestas de China a los actuales y
posibles ataques norteamericanos contra su economía, acciones que el presidente
Donald Trump ha comenzado a aplicar, haciendo válida la promesa de su campaña
electoral de “castigar” a Beijing.
En
este sentido, ha sido muy divulgada la medida de aumentar los aranceles al
acero y el aluminio que importa de China, lo cual es solo menos de 60 000
millones de dólares anuales sobre los 500 000 millones en mercancías que en ese
lapso vende China a EE.UU.
En
este contexto, al llevarlo a un plano general, han sido perjudicados varios
aliados de Washington, aunque Trump, “generoso”, dice que ello será manejado
convenientemente y no hay nada que temer, pero ya ha vuelto a presionar a
algunas naciones de la Unión Europea para que le respalden en ese comienzo
bélico contra la economía china, lo cual, considero es una práctica suicida del
multimillonario mandatario.
Recordemos
que Trump siempre se ha caracterizado por una retórica fuertemente
proteccionista, por lo cual siempre ha atacado el libre comercio, porque alega
que este ha desindustrializado a EEUU en beneficio de países como México o
China; y, a su vez, desde su discurso de investidura dejó bien clara su visión
de que “la protección nos llevará a la prosperidad y a la fuerza”.
Con
estas medidas piensa traer de vuelta los empleos manufactureros que se han ido
de Estados Unidos a China durante los últimos años, así como castigar a las
empresas chinas por lo que considera
la usurpación de “propiedad intelectual#
estadounidense.
Vean
como Trump le echa la culpa a China de errores propios, y toma medidas que no
lograrán sus objetivos. Y es que, como coinciden muchos analistas, con una
guerra comercial no logrará reindustrializar a EE.UU: el empleo manufacturero
ha desaparecido para no regresar
Primero,
la desindustrialización de EEUU —y en general de Occidente— durante las últimas
décadas no se ha debido esencialmente a que China se haya convertido en la gran
fábrica de todo el planeta.
Las
estimaciones más pesimistas sobre la influencia del gigante asiático en la
destrucción de empleo manufacturero estadounidense la cifran en un millón de
puestos de trabajo directa o indirectamente perdidos desde su entrada en la
Organización Mundial del Comercio. Dicho de otro modo, si China no hubiese
aumentado sus exportaciones a EE.UU.
desde principios de este siglo, el empleo manufacturero pasaría de
representar el actual 8,5% del empleo total a suponer el 9,2%. Teniendo en
cuenta que a mediados del siglo XX representaba más del 30%, es evidente que el
papel desempeñado por China ha sido más bien modesto.
La
razón por la que EEUU se ha desindustrializado en los últimos 50 años es que la
productividad del sector manufacturero se ha disparado mucho más rápidamente de
lo que lo ha hecho la demanda de manufacturas, de modo que —simple y
llanamente— hace falta menos gente ocupada en la industria. Cargando contra
China, Trump no conseguirá recuperar el grueso de un empleo que no se ha
perdido a causa de China.
Así,
Trump promete que no habrá una guerra comercial con Europa
y quiere que sus aliados lo secunden en una posible con China.
Como
toda cuestión económica de importancia, esta merece una amplia atención, pero
el limitado espacio obliga a ser sucinto, por lo cual es indispensable decir
que los mayores perjudicados por los nuevos aranceles de Trump contra las
importaciones chinas no serán las compañías del país asiático, sino la economía
estadounidense.
A la postre, EE.UU. no importa únicamente
bienes de consumo desde China, sino sobre todo intermedios y de capital: de los
506 000 millones de dólares en importaciones chinas, 147 000 millones se
corresponden con equipo electrónico y 110 000 millones con maquinaria y
aparatos mecánicos.
La
adquisición de muchos de estos bienes a precios reducidos es lo que permite que
aquellas empresas estadounidenses que los incorporan a su proceso de producción
puedan incrementar continuadamente su productividad y volverse competitivas en
el ámbito internacional.
Es
decir, todo este embrollo de Trump es perjudicial para su país, porque hay
muchos acápites comerciales en los que China puede ripostar, sin sentirse
realmente dañada.
Beijing
ha llamado a la tranquilidad, al tiempo que hace saber que el principal
perjudicado siempre será Estados Unidos, como avaló sabiamente la embajada
china en Washington: “Las acciones emprendidas por EE.UU. son
contraproducentes. Dañarán directamente los intereses de los consumidores, de
las empresas y de los mercados financieros estadounidenses. Además, ponen en
riesgo el comercio internacional y la estabilidad económica mundial”.
Es interesante discutir sobre las consecuencias para Estados Unidos en el marco de la guerra comercial que sostiene y lidera contra Chona, sin embargo, hay que tomar en cuenta que en este duelo de Titanes no solo se ven afectados China y EEUU, también otras naciones pueden verse arrasadas en la gigantesca llama abrasadora de una guerra comercial que sin duda tuvo su impacto en la economía y que luego se fue enfriando para comodidad de los nortamericanos. No obstante, creo que América Latina y el resto del mundo debe prepararse para un escenario bélico comercial de grandes magnitudes y evaluar con un pie adelante sus soluciones y estrategias ante lo que podría ser una hecatombe. Venezuela en lo particular ha de plantearse esto como un reto bastante particular, al ser China su gran aliado estratégico en estos momentos. Cabría preguntarnos, ¿Qué hacer de cara a un escenario de guerra comercial entre China y EEUU? ¿Cómo reaccionar en el marco de un compendio de sanciones que Venezuela lleva a costa por ir en contra de los intereses imperiales de EEUU? ¿Cómo fomentar un frente de integración que le permita a China, a través del soft power, contener a EEUU o neutralizarlo de manera pacífica?...
ResponderEliminarEsto último puede ser algo complejo e interesante, pues por lo general este tipo de correlación de voluntades y fuerzas entre Estados, se inicia con acercamientos económicos y China de esto tiene mucha experiencia. China se caracteriza, contrario a EEUU, por fortalecer relaciones a todo nivel y en distintas áreas, además de tener participación en proyectos de desarrollo, lo que lleva a tener gran apreciación moral no por líderes políticos, sino por incluso ciudadanos de a pie que valoran su crecimiento y su tecnología e industrias.
Sin embargo, hay un reto en todo esto: la seguridad de los Estados -Naciones. A nuevos retos, nuevas respuestas y de ahí la importancia de preparar al mundo para más choques económicos como estos. En este caso, la protección de la economía es un valor común que es necesario defender y debe ser de gran preocupación para América Latina que puede recibir los coletazos. Es momento de tomar posición en el tablero y quizás, ayudar a mover fichas y tomar partido, tomando las previsiones necesarias.